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Ensinamento

Mundaka Upanishad
Jose Antonio Offroy
21-12-2008


La Mundaka Upanishad o Munda Upanishad pertenece al Atharva Veda y se estima que fue compuesta por alguna orden de ascetas, que se distinguían por el hecho de afeitarse parte de la cabeza, distintivo éste que da su nombre a la Upanishad (munda = calvo) y a que se hace referencia en la última estrofa del texto.

 

La Mundaka Upanishad es una de las más apreciadas, por la pureza con que expone las doctrinas upanishádicas y por la belleza e inspiración mística de muchos de sus versos.

 

Se compone de tres capítulos, divididos a su vez en dos secciones cada uno.

 

 

Texto

PRIMER CAPÍTULO. SECCIÓN PRIMERA.

 

 

I.1.1. De entre los dioses, brahmâ nació el primero, hacedor de todo, guardián del universo. El enseñó a Atharva, su hijo mayor, la ciencia de brahman, fundamento de toda sabiduría.

 

Brahmâ es un dios personal, creador y regente del universo, diferente de brahman, lo absoluto.

 

I.1.2. La ciencia de brahman, que brahmâ reveló a Atharva, Atharva se la transmitió a Angir en tiempos lejanos. Éste se la enseñó a Bhâradvâja Satyavâha, y Bhâradvâja a su vez a Angiras.

 

I.1.3. Shaunaka, un importante jefe de familia, acercándose a Angiras, con gran reverencia, le preguntó: ¿señor, qué es aquello con cuyo conocimiento todo se vuelve conocido?

 

I.1.4. Angiras le dijo: Los que conocen a brahman dicen que hay dos clases de sabiduría: la superior y la inferior.

 

I.1.5. De ellas, la inferior son los cuatro vedas, la fonética (siksha), el ritual (kalpa), la gramática (vyakarana), la etimología (nirukta), la métrica (khandas), la astronomía (gyotisha), las leyendas y los purânas, la lógica, la investigación filosófica y los tratados de la ley. La superior es aquella por lo cual es alcanzado lo imperecedero (brahman).

 

I.1.6. Lo que no se puede ver ni tocar, que no tiene familia ni casta, ni ojos ni oídos, ni manos ni pies, eterno, omnipresente, omnipenetrante, muy sutil, inalterable; y que los sabios consideran el origen de todo lo que existe.

 

I.1.7. Así como la araña emite y reabsorbe su hilo, las plantas salen de la tierra y los pelos del cuerpo humano, así también todo surge de lo imperecedero.

 

I.1.8. Por el el calor de la meditación (tapas) brahman se expande. De él nace la materia primordial; de la materia el aliento vital (prâna), la mente, la verdad, los mundos y la inmortalidad en los actos rituales.

 

I.1.9. Brahman, el nombre, la forma y la materia primordial nacen de aquel que todo lo conoce, que todo lo observa, cuyo tapas esta hecho de conocimiento puro.

 

 

 

PRIMER CAPÍTULO. SECCIÓN SEGUNDA.

 

 

I.2.1. Esta es la verdad: los actos que los sabios oyen mencionar en los versos sagrados (mantras), están expresados de muchas maneras en la tríada. Practicadlos constantemente, vosotros que deseáis la verdad. Ese es para vosotros el camino hacia el mundo del acto meritorio.

 

Se refiere a los actos rituales o ceremonias establecidos por los videntes (rishis) védicos en los versos (mantras) de los tres vedas que contienen prescripciones relativas a los actos rituales que deben realizarse. Aunque ahora recomienda la realización de prácticas rituales, mas adelante les restará valor.

 

I.2.2. Cuando se elevan las llamas del fuego sagrado, entonces, se debe colocar sus ofrendas entre dos porciones de manteca clarificada (gee).

 

I.2.3. Si la ofrenda al fuego sagrado (agnihotra) no va acompañada de las ceremonias correspondientes de la luna nueva, o la luna llena, o los cuatro meses, o las primicias de la primavera; si no hay invitados presentes; si la ofrenda del sacrificio se deja por hacer o no se hace según las reglas, o no va acompañado del homenaje a todos los dioses, entonces el oferente no alcanza el galardón de los siete mundos.

 

I.2.4. Las ondeantes llamas del fuego sagrado son siete: la negruzca, la terrible, la rápida como el pensamiento, la muy roja, la que es del color del humo, la chispeante y la divina de todos los reflejos.

 

I.2.5. Las llamasconvertidas en rayos de sol, llevan, adonde está la excelsa morada del señor de los dioses, a aquél que realiza los ritos mientras ellas brillan, entregando las ofrendas en el momento conveniente.

 

I.2.6. Al que sacrifica, las ardientes ofrendas se lo llevan por los rayos del sol, diciéndole: “ven”, “ven”. Dirigiéndole palabras agradables, le rinden homenaje. Ese es, para vosotros, el mundo de brahmâ, auspicioso, afortunado.

 

I.2.7. Pero en verdad que son débiles esos barquichuelos, dieciocho en número, que tienen forma de sacrificio, y en los que se dice que está el acto inferior. Aquellos insensatos que lo consideran como lo mejor, entran de nuevo en la vejez y en la muerte.

 

Con los dieciocho barquicuelos se refiere a un número arbitrariamente fijado de los ritos existentes.

 

I.2.8. Viviendo en la ignorancia, considerándose a sí mismos como inteligentes y sabios, los insensatos van de un lado para otro sin propósito ni designio, como ciegos conducidos por su ceguera.

 

I.2.9. Divagando por senderos de irreflexión, piensan los necios: “hemos alcanzado la meta de la vida”. Por estar dedicados a los actos rituales, nubes de pasión les ocultan el conocimiento; por eso, triste es la caída, cuando sus mundos destruidos caen del cielo.

 

Una vez que se agotaron los méritos acumulados que hicieron que se reencarnarna en alguno de los cielos de los dioses, esos cielos, los mundos que transitoriamente alcanzaron, teminan para ellos.

 

I.2.10. Creyendo que el bien supremo lo constituyen el sacrificio y los actos rituales, los irreflexivos no ven la senda superior, En verdad que reciben la recompensa del fruto de sus actos piadosos en la cúspide del firmamento, pero caen de allí y vuelven a entrar en este mundo o en uno inferior aún.

 

I.2.11. Pero quienes con fe practican la meditación en la soledad de la naturaleza, serenos, sabios, sin deseo por las riquezas terrenales y de pureza refulgente, traspasan las puertas del sol, hacia la morada del inmortal, el ser supremo, el âtman inalterable.

 

I.2.12. Al ver los mundos de la creación, el brahman ha de llegar al renunciamiento. Lo que esta por encima de la creación (no hecho), no puede lograrse mediante la acción. Para conseguir el conocimiento, debe ir pues, con un leño en la mano, a donde un maestro instruido y absorto en la contemplación de brahman.

 

Lo no hecho es el ser supremo, que carece de nacimiento y de origen, el cual no existe gracias a lo que ha tenido creación. Tampoco nada que haya tenido creación puede hacernos llegar a él.

El discípulo debía  reunir leña en el bosque para alimentar el fuego de su maestro.

 

I.2.13. Entonces, cuando el discípulo se le haya acercado como es debido, con la mente serena y lleno de paz, ese sabio le ofrecerá la ciencia de brahman tal como es, por la que puede reconocer al ser supremo (purusha), imperecedero, real.

 

 

 

SEGUNDO CAPÍTULO. SECCIÓN PRIMERA.

 

 

II.1.1. Esta es la verdad: así como de un llameante fuego surgen sin cesar millares de chispas que tienen su misma esencia, así, oh amigo, de lo imperecedero nacen infinidad de seres que luego vuelven de nuevo a él.

 

 

II.1.2. Esplendoroso, por encima de la forma es el ser supremo; está en el interior y en el exterior de todas las cosas, sin nacimiento; mas allá del aliento vital (prâna) y de la mente; puro; está mucho mas allá de lo imperecedero.

 

El ser supremo (purusha), dios personal, es concebido como superior a lo imperecedero, entidad impersonal.

 

II.1.3. De él nace el aliento vital, la mente y los sentidos de todos los seres; de él emana el espacio, el viento, la luz, las aguas y la tierra, soporte de todo.

 

II.1.4. El fuego (el firmamento) es su cabeza; la luna y el sol, sus ojos; los puntos cardinales, sus oidos; los sagrados vedas, su voz; el viento, su aliento vital; y el universo entero, su corazón; de sus pies nace la tierra. Es el âtman que mora en todos los seres.

 

El ser supremo (purusha) mora en el interior de cada hombre como un principio espiritual individual (âtman).

 

II.1.5. De él nace el fuego (agni); su germen es el sol. De él emana la luna (soma), y de ésta la lluvia, y todas las hierbas que están en la tierra y dan alimento al hombre. El hombre fecunda a la mujer, y así se crean una infinidad de seres que proceden del ser supremo.

 

II.1.6. De él nacen los versos del rig-veda, las melodías del sama-veda y las fórmulas rituales del yajur-veda; los ritos iniciatorios, los sacrificios, todas las ofrendas de animales y el dinero que se da a los sacerdotes; el año también sale de él, así como el que sacrifica, los mundos en que la luna alumbra y aquellos en que el sol.

 

II.1.7. De él han nacido de diversas maneras, los dioses, los genios (sadhyas), los hombres, el ganado, los pájaros, la expiración y la inspiración de todos los seres vivos, el arroz y el trigo, el ascetismo, la fe, la verdad, la experiencia y la ley.

 

Los sadhyas son seres sobrenaturales.

 

II.1.8. De él nacen los siete soplos vitales, las siete llamas, las siete clases de combustible, las siete ofrendas y los siete mundos en que circulan los alientos vitales que están en el fondo del corazón, colocados de siete en siete.

 

Generalmente se dice que los alientos vitales son cinco. Las siete llamas se citan en la estrofa I.2.4. Las siete ofrendas es un número arbitrariamente fijado.

 

II.1.9. De él provienen los océanos y las montañas, de él fluyen los ríos de toda especie; de él nacen todas las hierbas, y la esencia de todo (savia) gracias a la cual se mantiene en los seres el âtman interior.

 

La savia, la esencia de los alimentos, hace posible que el hombre viva y que su àtman no lo abandone para encarnarse en otro cuerpo.

 

II.1.10. El ser supremo, en verdad, lo es todo; la acción, el ascetismo (tapas), el brahmâ creador y la inmortalidad. Aquel que sabe que él mora en lo recóndito de su ser destruye la cadena de la ignorancia, aun en la presente vida humana, oh amigo.

 

Esta estrofa identifica al ser supremo con brahman.

 

 

 

SEGUNDO CAPÍTULO. SECCIÓN SEGUNDA.

 

 

II.2.1. Es el gran fundamento, que se ha manifestado, pero que “reside invisible en lo más recóndito del ser”. En él se halla todo cuanto se mueve, cuanto respira y cuanto ve. Conocedlo como todo lo que es y todo lo que no es, como el fin del deseo amoroso que está más allá de la comprensión, como lo más elevado, lo mejor de todos los seres.

 

Toda esta sección se refiere a brahman (lo imperecedero) y no ya al ser supremo (personal). Brahman mora en el corazón del hombre, en cuanto espíritu individual o âtman.

 

II.2.2. Aquel que es brillante y mas sutil que lo sutil; en él se hallan todos los mundos y los seres que contienen; es el eterno brahman, el aliento vital, la palabra y la mente. Es la verdad y la vida inmortal. Eso es lo que se debe alcanzar. ¡Alcanza la meta, oh amigo!

 

II.2.3. Eleva el gran arco de las upanishads, coloca en él la flecha afilada por la devoción; extendiéndolo concentrado en él y deja volar la flecha al centro del blanco, al espíritu imperecedero.

 

El arco son las upanishads o la sílaba sagrada “om”; la flecha, el âtman afilado, es decir, purificado, por la devoción a los dioses; la mente extiende el arco, es decir medita en las enseñanzas upanishádicas; y el blanco es brahman. La mente debe identificarse con brahman, es decir absorberse en él, mediante la meditación.

 

II.2.4. La sílaba sagrada “om” es el arco, la flecha es âtman y brahman el centro del blanco. Así como la flecha se hace uno con el blanco, éste es alcanzado por quien esta en perfecta meditación.

 

II.2.5. En él se entretejen el cielo, la tierra, el espacio y la mente con todos los alientos vitales. Reconócelo como el uno y deja de lado todas las demás palabras. El es el puente hacia la inmortalidad.

 

II.2.6. Ahí donde concurren todos los canales sutiles del cuerpo, como los rayos de una rueda en su eje, ahí se mueve en el interior, transformando su estructura única en multitud. Medita en “om”, en el âtman, en tu auténtico ser. ¡Glorificado seas, cruza al otro lado, mas allá de las tinieblas!

 

Donde concurren todos los canales sutiles del cuerpo es el corazón, la sede de âtman, según las teorías fisiológicas de la época.

 

II.2.7. Aquel âtman que todo lo sabe, que todo lo conoce, a quien pertenece la grandeza en la tierra, se encuentra en la ciudad divina de brahman, en la región del corazón humano.

 

II.2.8. Se convierte en mente, conduce el aliento vital y el cuerpo, mora en el alimento, controla el corazón. Los sabios lo ven por medio del conocimiento, a él cuya forma es la felicidad, inmortal y resplandeciente.

 

II.2.9. Cuando se le ha visto a él que todo lo abarca, se rompen las cadenas del corazón, se desvanecen todas las dudas y el karma deja de actuar.

 

II.2.10. En la suprema mansión dorada esta brahman, indivisible y puro. Es brillante, la luz de las luces, aquello que conocen quienes conocen al âtman.

 

II.2.11. Ahí no brilla el sol, ni la luna ni las estrellas; ahí no brillan los relámpagos y mucho menos los fuegos terrenales. Él brilla y, gracias a él, todo brilla; por su resplandor, todo resplandece.

 

II.2.12. Brahman inmortal se difunde a lo lejos delante y detrás de nosotros, a la derecha y a la izquierda, por encima y por debajo. En verdad, brahman es todo esto y mucho más, es lo supremo entre los supremos.

 

 

 

TERCER CAPÍTULO. SECCIÓN PRIMERA.

 

 

III.1.1. Hay dos aves, inseparables amigas, que están posadas en un mismo árbol. Una de ellas come sus sabrosos frutos, mientras la otra la contempla en silencio.

 

III.1.2. La primera es el alma humana, la cual reposa en el árbol y, aunque activa, se siente triste por su irreflexión; pero, al contemplar el poder y la gloria del espíritu superior, queda libre de aflicción y de toda clase de temor.

 

III.1.3. Cuando el sabio vidente contempla en su glorioso esplendor al creador y señor de este mundo, al ser supremo, entonces, trasciende los límites del bien y del mal y alcanza en su pureza la unidad suprema.

 

III.1.4. En silenciosa admiración los sabios lo ven como la vida ardiente de toda la creación. El más grande vidente de brahman es el que, haciendo su labor como labor santa, en dios, en el âtman, en el propio ser, halla completa y gozosa paz.

 

III.1.5. Ese âtman debe ser alcanzado por la verdad y el ascetismo (tapas), de donde proceden la verdadera sabiduría y el control de los sentidos. Los ascetas que son puros lo contemplan en el interior de su cuerpo, en su gloriosa y luminosa pureza.

 

III.1.6. La verdad prevalece, no la mentira. La verdad es el camino que lleva hacia los dioses, y por él van los sabios que han satisfecho sus deseos a donde está el supremo tesoro de la verdad.

 

III.1.7. Es inmenso, esplendoroso, de forma inimaginable, mas sutil que lo sutil, y resplandece. Está lejos, muy lejos; y está aquí, muy cerca, para aquellos que lo pueden ver, escondido en lo más recóndito de su ser.

 

III.1.8. No se puede ver con los ojos ni puede revelarse en palabras. Los sentidos no pueden alcanzarlo, ni la austeridad, ni los rituales sagrados. Pero el que es de índole pura le puede ver con la serena luz del conocimiento que proporciona la auténtica meditación.

 

III.1.9. Ese âtman sutil puede ser conocido por la mente cuando los cinco sentidos están en completo reposo, pues cada pensamiento de los hombres está entrelazado con los sentidos; mas cuando los pensamientos son purificados, resplandece ese âtman.

 

III.1.10. Cuando un hombre cuya naturaleza ha sido purificada alcanza ese estado, todo aquello que desea es obtenido. Por consiguiente todos aquellos que deseen la felicidad deben alabar al que conoce al âtman.

 

 

 

TERCER CAPÍTULO. SECCIÓN SEGUNDA.

 

 

III.2.1. Aquel conoce esa suprema morada de brahman, donde todas las formas están contenidas y todo brilla en su máxima plenitud. Los sabios que adoran al ser supremo, libres de deseos, escapan al nacimiento.

 

III.2.2. La persona cuya mente divaga ansiosa, apeteciendo objetos deseables, vuelve a la rueda de la vida y la muerte, de acuerdo con sus deseos. Pero aquél que supera sus deseos y es consciente del verdadero ser interior, verá incluso en esta misma vida, desvanecerse todos sus deseos.

 

III.2.3. El âtman no puede ser alcanzado por las enseñanzas sagradas, ni por la comprensión o el estudio. Sólo puede ser alcanzado por aquel a quien él elige. Sólo a aquél el âtman revela su esencia.

 

III.2.4. El âtman no puede ser alcanzado por los débiles, los negligentes o los que practican una meditación incorrecta. Sólo penetra en la morada de brahman el âtman de aquel sabio que se esfuerza por estos medios.

 

El sabio debe poseer energía y disciplina para practicar la adecuada meditación.

 

III.2.5. Una vez que los sabios alcanzan el lugar supremo, gozosos en su conocimiento, se sienten en paz, con sus pasiones desvanecidas. Encontrando al omnipresente en todo lugar, firmes y concentrados, los sabios penetran en el Todo.

 

Brahman es el Todo, la totalidad del ser.

 

III.2.6 . Los ascetas, que han determinado, el sentido (del âtman) gracias al conocimiento del vedànta, con su ser purificado por medio del yoga del renunciamiento, en el momento de la muerte, se liberan completamente y alcanzan la vida suprema e imperecedera, la verdadera paz.

 

III.2.7. Las quince formas retornan a su origen, y los sentidos vuelven a su divinidad correspondiente. Las acciones y el propio âtman con todo su conocimiento, se unifican en el supremo inalterable.

 

III.2.8. Igual que los ríos fluyen y acaban por desaparecer en el océano, perdiendo su nombre y forma, así también el sabio, liberándose del nombre y de la forma, penetra en el esplendor del ser supremo que es más grande que todas las grandezas.

 

III.2.9. Aquel que conoce a este supremo brahman, se convierte en brahman. En su entorno no habrá nadie que ignore a brahman. Trascenderá el dolor y el mal, se liberará de las cadenas del corazón y se volverá inmortal.

 

III.2.10. Esto dice una estrofa sagrada: “que sea revelada esta ciencia de brahman sólo a aquellos que practican las ceremonias religiosas, conocen los vedas, están absorbidos en la contemplación de brahman, se sacrifican a sí mismos al sabio único y están llenos de fe, una vez que han cumplido, como es debido, con el voto de (afeitarse) la cabeza”

 

Hace referencia al voto de los ascetas de cabeza rapada que da nombre a la upanishad.

 

III.2.11. Esta verdad la enseñó el sabio Angiras en otro tiempo. No debe aprenderla quien no cumpla sus votos. Honor a los supremos sabios, honor a los supremos sabios.

 

 

Fuentes consultadas:

— Advaita Vedanta Library (http://www.geocities.com/advaitavedant/mundaka.htm), trad. por Swami Gambhirananda.

— The Traditional Yoga Studies (http://www.yrec.info/Scriptures_Mundaka-Upanishad.php), trad. por Max Muller.

— Sitio web “Osho en castellano” (http://www.oshogulaab.com/HINDUISMO/TEXTOS/MUNDAKA-UPAN.zip)

— Mascaró, Juan “Los Upanishads”; Editorial Diana S.A.

— Tola, Fernado “Filosofía y Literatura de la India”

— Sitio web “Primera Puerta” (http://quiron_alvar.tripod.com/mundaka2.htm)


© Jose Antonio Offroy – “Yogadarshana-Yoga y Meditación: www.yogadarshana.tk

 

 


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